De sur a norte: un breve ensayo sobre las aves migratorias

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Hoy en día, los seres humanos que vivimos hacinados en ciudades tenemos la tendencia de ignorar muchas de las maravillas que nos rodean. Hemos perdido la visión periférica, no vemos al cielo y mucho menos los árboles y otras plantas. Si algo nos trajeron los primeros meses de la cuarentena, fue, en primera instancia, el anhelo de esa “libertad” que teníamos previo al confinamiento. Por otra parte, a muchos nos enseñó a apreciar los detalles más sutiles de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. No es de sorprender que dentro de los varios fenómenos que percibimos en esos meses, uno de ellos fuese “la gran cantidad de aves que estaban cantando”. No es que hubiera más aves cantando, sino que, por primera vez, el bullicio y el caos citadino desaparecieron momentáneamente, y con ello los armónicos versos de las aves deleitaron nuestros ensordecidos oídos. De esta forma, muchos empezamos a voltear a ver y escuchar nuestro entorno, en busca de lo que por mucho tiempo pasó desapercibido; la naturaleza -incluso en las ciudades- nos volvió a cautivar con su belleza.
 
Las aves han logrado colonizar y diversificarse en todas las latitudes del planeta Tierra, desde el Ártico y la Antártida hasta los trópicos, desde las zonas más áridas hasta los océanos, desde las prístinas selvas amazónicas hasta las más pobladas urbes del planeta. Es sumamente difícil dimensionar la capacidad de adaptación que tienen las aves, resultado de una compleja historia evolutiva de millones de años. Incluso para el versado en estos temas, sigue siendo un gran rompecabezas al que le faltan muchas piezas para completarse. La gran diversidad que presentan las aves no sólo se ve reflejada en el número de especies que hay en todo el mundo, sino en las diferencias ecológicas, fisiológicas, alimenticias y de comportamiento que se expresan tanto en un pequeño colibrí, como en un pingüino y en un avestruz.
 
Alrededor de 11,500 especies de aves (de las que se tiene conocimiento) habitan en la Tierra. 1,121 especies, cerca del 10% del total mundial, pasan al menos una parte del año en el territorio mexicano. Algunas pasan todo el año dentro de los límites geopolíticos del país, por lo que se les llaman aves residentes. Sin embargo, una gran cantidad de especies pasa solo una temporada en el país. Cerca del 25% del total de especies de aves de México son migratorias. Estas aves realizan cada año viajes redondos de miles de kilómetros escapando de las inclemencias del tiempo invernal. Contra todas las adversidades imaginables, emprenden el vuelo desde los lugares donde se reproducen en Estados Unidos y Canadá, y algunas especies pueden llegar a lugares tan alejados como la Patagonia argentina donde encuentran, temporalmente, mejores condiciones ambientales. Las aves migratorias comprenden un abanico de todos los colores y formas: patos, aguilillas, gavilanes, zopilotes, colibríes, búhos, aves playeras, gaviotas, carpinteros, golondrinas, chipes, zorzales, calandrias, gorriones, etc. Algunas tienen como destino final nuestro país y otras prefieren latitudes más sureñas. Por su posición geográfica en el continente americano, México es de suma importancia para estos incansables viajeros como parada estratégica para descansar y recargar el necesitado combustible que les permitirá llegar hasta su destino final.
 
Hoy en día, a partir de muchos años de estudio enfocado en los movimientos migratorios de estas aves, los ornitólogos (biólogos que se especializan en el estudio de las aves) descubrieron que existen rutas migratorias, las cuales son procuradas por distintas especies según el lugar del cual provenga y según su destino final. De esta manera, se identificaron ocho principales rutas migratorias en el mundo (Figura 1) de las cuales, la ruta migratoria del Pacífico y la del Mississippi pasan por México.
 
La ubicación geográfica del ADVC Kolijke es privilegiada, pues se encuentra en donde convergen estas dos rutas migratorias. Los bosques que resguarda, en temporada de migración (septiembre-abril) son un refugio y una parada clave para 25 especies migratorias. No es trivial que, de las 114 especies distintas de aves que registré durante el año que trabajé en Kolijke para mi proyecto de tesis de licenciatura, cerca del 25% sean migratorias. La presencia de bosques sanos y bien conservados representa para las aves un muy necesitado santuario. Sólo imaginarse la épica travesía del Colibrí Garganta Rubí (Archilochus colubris, Figura 2), un ave de 4 gramos, que contra vientos huracanados vuela incesantemente cruzando el Golfo de México, o los 8000 km llenos de aventuras y desventuras que tiene que volar el Chipe Corona Negra (Cardellina pusilla, Figura 3) desde su sitio de reproducción en Columbia Británica hasta Kolijke donde pasa el invierno, nos da una idea de lo sorprendente que son estos seres. Sólo mencioné dos ejemplos vagamente, hay cientos de especies migratorias en el mundo, cada una con sus propias proezas e historias asombrosas. Las aves migratorias conectan nuestro mundo.
Figura 1. Las ocho principales rutas migratorias en el mundo. El punto marca la ubicación aproximada del ADVC Kolijke. (Fuente: Handbook of Bird Biology del Cornell Laboratory of Ornithology)
Desafortunadamente, las amenazas para las aves y la biodiversidad en general, aumentan día a día. Con el incremento de la población mundial y la consecuente sobreexplotación de los recursos naturales, una serie de reacciones en cadena se han desatado y han resultado en la crisis ambiental global a la que nos enfrentamos. En particular, las poblaciones de aves se ven afectadas por la pérdida de hábitat por deforestación, cambio de uso de suelo, incremento de la temperatura global depredación por gatos, colisiones con ventanas, el uso de insecticidas y pesticidas, cacería, tráfico ilegal de especies, entre muchas otras. Un estudio publicado en 2019 encontró que 3000 millones de aves han desaparecido en Norte América entre 1970 y 2019 (no hay cifras sobre el resto de América y mucho menos del mundo, pero seguro serían exponencialmente más alarmantes). Esto es 1 de cada tres aves de las que existían hace casi 50 años.
Figura 2. Colibrí Garganta Rubí (Archilochus colubris). Foto por Arcadio Ojeda
Esta tendencia de disminución de las poblaciones de las aves tiene que revertirse y aún estamos a tiempo. Ser consciente del gran embrollo en el que estamos metidos es fundamental para empezar a actuar desde nuestra trinchera. Las aves nunca han dependido de nosotros, ellas vienen y van, lo han hecho por millones de años hasta este momento. Para poder continuar disfrutando de la naturaleza, y que los cantos de las aves no dejen de deleitar nuestros oídos, tenemos que empezar dando pasos hacia un estilo de vida sustentable, apoyar proyectos de conservación, educarnos y educar a los demás sobre estos temas, acciones que parecen pequeñas no dejar que nuestros gatos anden sueltos fuera de casa (son la principal causa de muerte de aves en el mundo), usar menos plásticos, plantar especies vegetales nativas, hacer nuestras ventanas seguras para las aves (las colisiones con ventanas son la segunda causa de mortalidad de las aves en Estados Unidos), y muchas otras acciones importantes que pueden tener impactos positivos para hacer frente a la crisis ambiental y que amenaza la biodiversidad.
 
 
Figura 3. Chipe Corona Negra (Cardellina pusilla). Foto por Patricio Cano Flores.
Biól. Genaro Rodríguez Otero