De Lázaro Cárdenas a Kolijke: Breve historia de la conservación en la Cuenca del río Necaxa
La historia de Kolijke se inscribe en una historia de largo aliento que ha sido reflejo de nuestra constante y cambiante relación con la naturaleza: la historia de la conservación ambiental en México.
A lo largo del tiempo, nuestra especie se ha involucrado en distintas formas de concebir, intervenir y convivir con la naturaleza. La base de estas formas ha sido la necesidad colectiva de consumir materia y energía del medio ambiente para reproducir la vida social. Sin embargo, conforme se transforman los modos de vida humanos, sus necesidades económicas, sus formas de organización y sus maneras de comprender el mundo, las relaciones que entablamos con la naturaleza también cambian. Sin embargo, estos procesos siempre han sido relativos a los modelos económicos, sociales, políticos y culturales a lo largo de la historia y en diversas geografías. Contar la historia de nuestra relación con la naturaleza ha sido un importante paso para comprenderlas y transformarlas en el marco de una crisis ecológica que se presenta en niveles locales, regionales, nacionales y globales. En 1999 Roberto de la Maza Elvira, publicó el artículo Una historia de las áreas naturales protegidas en México [1] que es una de las primeras historias de la conservación enunciadas desde el ámbito científico, con el interés de reclutar al público para actuar frente al deterioro ambiental. De la Maza presenta un recorrido histórico sobre los espacios delimitados por la sociedad para evitar su explotación o intervención desde las épocas prehispánicas hasta la reforma de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente en 1996. Ese mismo año se publicó (ya traducida del inglés) la célebre obra del biólogo Lane Simonian, La Defensa de la Tierra del Jaguar: Historia de la conservación en México, enfocada en las políticas de conservación y las instituciones encargadas de gestionar y administrar el uso de los recursos. Estos trabajos abrieron el camino a estudios que han dialogado y complementado el acercamiento al tema. Un ejemplo es el trabajo de Humberto Urquiza (Vivir para conservar: Tres momentos del pensamiento ambiental mexicano), quien ha estudiado el pensamiento ambiental, los debates científicos, las pugnas en torno a la propiedad y administración de los recursos naturales y su relación con los procesos globales. Siguiendo esa propuesta, se pueden encontrar distintas etapas en las ideas y prácticas de conservación -siempre con bordes difusos-, en las que las comunidades, contextos políticos, ideas científicas y marcos jurídicos presentan rupturas y continuidades históricas. En este breve recorrido por la historia de la conservación en la cuenca del río Necaxa será importante prestar atención a esos elementos, así como a las ideas y motivaciones de distintos proyectos a lo largo del tiempo. El decreto de Zona Forestal Vedada (1938) Durante el Cardenismo (1934-1940), la política conservacionista vivió una suerte de época dorada con el Departamento Autónomo Forestal, de Caza y Pesca, dirigida por el Ing. Miguel Ángel de Quevedo. En ese sexenio se decretaron decenas de Parques Nacionales y Reservas Forestales (y algunas de fauna). Muchas de ellas fueron establecidas estratégicamente en las partes altas de las cuencas para evitar la erosión y la alteración de los ciclos hidrológicos. De esa forma, la industria hidroeléctrica aseguraba su abasto de electricidad a las fábricas, talleres y ciudades. A esta idea se le conoce como “paradigma hidrológico forestal” [2] En la cuenca hidrológica del río Necaxa, se estableció desde 1905 uno de los primeros y más grandes sistemas hidroeléctricos de México y América Latina. Éste sistema se fue ampliando hasta 1954 cuando se construyó la hidroeléctrica de Patla, el último eslabón en el sistema hidroeléctrico. Desde la década de 1920, se publicaron algunos estudios en revistas científicas en los que se mostraba que desde la construcción del sistema hidroeléctrico de Necaxa, se habían talado muchos árboles y algunas zonas ya estaban completamente deforestadas. En esa época aún no existían las ciencias ambientales y la ecología como hoy en día. Por lo tanto, los ingenieros forestales hacían estudios científicos integrando saberes de la meteorología y la geografía para el diagnóstico y posterior solución de los problemas de deforestación. Uno de los ingenieros, Gabriel M. Oropesa se preguntaba si “¿Llueve mucho porque hay arbolado que detiene a las nubes y las hace descargar? o bien: ¿se desarrolla y prospera el arbolado a consecuencia de lo mucho que llueve en el lugar?” [3]. Según él, la deforestación no afectaba las lluvias en la zona y no debía haber preocupación pues las lluvias se generaban por factores solamente meteorológicos. Sin embargo, el Ing. Miguel Ángel de Quevedo denunció que la influencia de los fenómenos meteorológicos, como las masas de aire húmedo, o la orografía de la región -que condiciona la forma en la que circula la humedad-, son factores que sí modifican el comportamiento de las lluvias. Y no son solamente los bosques per se, los que modifican la lluvia como factor local. De ahí la urgencia de establecer programas de conservación y reforestación en la cuenca de Necaxa. Así pues, en 1938 -y de acuerdo con la Ley Forestal de 1926-, el Departamento Autónomo Forestal de Caza y Pesca declaró la cuenca hidrográfica del Río Necaxa como Zona Protectora Forestal Vedada. Al inicio del decreto, publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) se establecen las consideraciones que justifican esta acción. Se menciona que el Estado debe garantizar el bienestar de la industria, que es fuente de trabajo para la sociedad. En ese sentido, la conservación y repoblación de los bosques en la cuenca del río Necaxa eran necesarios pues en ese sitio: “…se encuentran obras hidráulicas destinadas a la producción de energía y luz eléctrica, que proporciona el alumbrado de la ciudad de México y otras grandes poblaciones, así como la energía para diversas industrias que es necesario conservar y estimular su desarrollo, pues constituyen importante medio de vida para todas nuestras clases sociales” [4] En el decreto se refieren claramente los fundamentos del paradigma “hidrológico forestal”, enfocándose en la garantización del flujo hídrico para la producción de energía en el sistema hidroeléctrico de Necaxa: “Considerando que los bosques que cubren en parte la Cuenca Hidrográfica del río Necaxa son un elemento importante que determina el régimen constante de los manantiales y arroyos, cuyas aguas son aprovechadas para la producción de energía eléctrica; Considerando que de no conservarse la vegetación forestal que cubre la cuenca del mencionado río, se determinaría un cambio en el clima de la región y además, al carecerse de la cubierta vegetal necesaria, sobrevendría la acción erosiva de los agentes físicos sobre los terrenos inclinados, produciéndose el acarreo de abundantes materiales que serían llevados por las propias corrientes a los vasos de almacenamiento con grave perjuicio de su buena conservación y funcionamiento, estableciéndose un régimen torrencial de las corrientes muy perjudiciales.” De esa forma, se estableció que la tala de árboles para fines comerciales, quedaba estrictamente prohibida. Sólo se permitía para consumo doméstico de las poblaciones locales y se daba preferencia al aprovechamiento de maderas muertas. Un elemento destacable de este modelo de conservación, es la intención de integrar de cierta forma a las comunidades habitantes de las zonas protegidas. En este caso, se establece un programa en el que los campesinos de la región se verían beneficiados por parte del Estado. El territorio en el que se aplicaría la veda, se estableció con base en localidades y elementos geográficos de la región. Dentro del área delimitada se encontraba la totalidad del hidroeléctrico de Necaxa: los cinco vasos de almacenamiento y las tres plantas construidas hasta ese momento. En el decreto también se mencionaba la necesidad de proteger los bosques con “zonas protectoras de un radio de kilómetro alrededor de las plantas generadoras de energía eléctrica y obras conexas, quedando las referidas zonas protectoras sujetas a trabajos de reforestación”. Sin embargo, esta área no corresponde por completo con la cuenca hidrográfica en términos geográficos. Es decir, que no toda la subcuenca del río Necaxa estaba dentro de los límites de la Zona Protectora Forestal Vedada, pero sí el sistema hidroeléctrico por completo, como se puede observar en el siguiente mapa:Área de Protección de Recursos Naturales (2002)
La política conservacionista dio un giro después del sexenio cardenista. Aunque el Estado continuó con programas de conservación, éstas estuvieron a la sombra del proyecto modernizador e industrial de mediados del siglo XX. Justamente en esa época, se incentivó la producción cafetalera en la Sierra Norte de Puebla.
En los inicios del siglo XXI, los contenidos de los decretos del cardenismo ya no eran vigentes, por lo tanto la situación ambiental de la cuenca siguió deteriorándose. A finales de la década de 1990, Arcadio Ojeda y Roberto de la Maza conformaron Cañada de Patla A.C. y comenzaron estudios de biodiversidad en la zona, incluyendo el predio que hoy en día es la reserva de Kolijke. Como resultado, colaboraron con la CONABIO en el proyecto de Regiones Terrestres Prioritarias para la conservación, integrando la Región Bosques Mesófilos de la Sierra Madre Oriental [5]. De igual forma, se basaron en el decreto de 1938 para trazar el polígono de la Zona Vedada (mismo polígono que aparece en el mapa antes mostrado), y promover el cambio de decreto por uno de los vigentes. En este caso, la zona se reclasificó en el tipo de Área Natural Protegida (ANP) conocida como Área de Protección de Recursos Naturales (APRN), que según la Comisión Nacionales de ANP son aquellas “zonas destinadas a la preservación y protección del suelo, las cuencas hidrográficas, las aguas y en general los recursos naturales localizados en terrenos forestales” [6]. Así, en 2002 la Cuenca de Necaxa pasó a ser una APRN, manteniendo su delimitación territorial. [7]
Para ese momento, las ideas y prácticas de conservación se habían transformado. Este es un proceso que comenzó en la década de 1970 y 1980. En primer lugar, las comunidades locales, científicas, académicas y ciudadanas protagonizaron los procesos de conservación. De esa forma, los actores principales de la conservación dejaron de ser los ingenieros forestales y comenzaron a ser los biólogos y ecólogos quienes planificaron los procesos de conservación. Por último, se fueron incorporando nuevos instrumentos legales para el decreto de áreas protegidas, así como nuevas categorías como las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC).
De esa forma, la concepción de conservación, ya no sólo se restringe a recursos naturales, sino que el discurso de la conservación ya gira en torno a la biodiversidad, de los servicios ecosistémicos, bienes comunales, material genético y del patrimonio biocultural.
ADVC Kolijke (2005) y Declaración de Sitio Ramsar (2008)
Después de varios años de investigación y trabajo en la barranca de Patla, en 2005 se obtuvo el certificado No. CONANP-17/2005 emitido por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el que dicha autoridad reconoció al predio como un Área Destinada Voluntariamente a la Conservación. Esto quiere decir que Kolijke es el área número 17 en haber recibido esa categoría.
Tal y como lo explicó Roberto de la Maza Hernández en su texto en éste mismo espacio, en 2008 las ADVC pasaron a ser materia de interés federal. Proceso en el que Kolijke estuvo presente, compartiendo sus resultados, experiencias y sobre todo, estrategias de manejo ambiental en la zona. Desde entonces, las ADVC se han definido como
“Áreas naturales protegidas competencia de la Federación dedicadas a una función de interés público, y establecidas mediante certificado emitido por la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) por conducto la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Responden a iniciativas de pueblos indígenas, organizaciones sociales, personas morales, públicas o privadas, de destinar sus predios a acciones de conservación y son administradas por sus legítimos propietarios, conforme a su propia Estrategia de Manejo.” [9]
En 2008, el Sistema de Represas y Corredores biológicos de la Cuenca Hidrográfica del Río de Necaxa, fue certificada como Sitio Ramsar, que se refiere a humedales o ecosistemas acuáticos que cumplen con algún criterio de importancia ecológica y social [10]. Los sitios Ramsar se han definido según la Convención sobre Humedales, (Convención de Ramsar), que es un tratado ambiental internacional establecido en 1971 por la UNESCO. Para Ramsar, la importancia de esta zona radica en que el sistema actúa como corredor para aves acuáticas y semiacuáticas. También alberga especies animales y vegetales en peligro de extinción, (mismas que han sido estudiadas en los programas de Kolijke en las zonas de la Barranca de Patla).
En conclusión, la forma en la que distintas instancias y escalas de conservación conviven en la Cuenca del río Necaxa y las preocupaciones ambientales han estado presentes desde hace más de 80 años, demuestran que la conservación es un concepto histórico, cambiante y en constante redefinición. El ADVC Kolijke ha sido parte de los procesos de construcción de políticas públicas para la conservación en el nivel institucional. De igual forma, Kolijke ha integrado a sus procesos una visión interdisciplinaria junto con las personas que habitan el territorio donde trabajamos. Por eso, los proyectos de Kolijke vincula la investigación científica, la restauración y conservación de los ecosistemas, la educación y sensibilización ambiental, y el desarrollo comunitario sostenible.
Este artículo es parte de mi tesis de licenciatura titulada: Entre la transformación y conservación de la naturaleza: una historia ambiental de la cuenca hidrográfica del Río Necaxa, en la Sierra Norte de Puebla (1853-1954), disponible en: http://132.248.9.195/ptd2021/enero/0806039/Index.html
Notas:
[1] Se puede consultar en: http://www.paot.mx/centro/ine-semarnat/gacetas/GE51.pdf
[2] Humberto Urquiza, Miguel Ángel de Quevedo. El proyecto conservacionista y la disputa por la nación, 1840-1940, México, Heuresis – UNAM, 2018.
[3] Gabriel M. Oropeza, “Las lluvias en la región de Necaxa”. Memoria y Revista de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, tomo 38, 1918, p. 249-256.
[4] Diario Oficial de la Federación (1938) “Decreto que declara Zona Protectora Forestal Vedada los territorios que limita de la cuenca hidrográfica del río Necaxa”, en Diario Oficial de la Federación, 20 de octubre de 1938. En:
[5] ,http://www.conabio.gob.mx/conocimiento/regionalizacion/doctos/rtp_102.pdf
[6] http://www.conafor.gob.mx:8080/biblioteca/ver.aspx?articulo=856
[7] “Ficha técnica del APRN Cuenca Hidrográfica del Río Necaxa”, Comisión Nacional de áreas Naturales Protegidas, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en: http://www.conanp.gob.mx/conanp/dominios/regiongolfo/rionecaxa.php#.XxztCfj0kWo