Tu lugar entre nosotros

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Tu lugar entre nosotros

La selva que crece en la Sierra Norte de Puebla y que cobija las montañas con sus infinitos tonos de verde, es el hogar de más de 260 especies de aves diferentes que, desde hace millones de años, habitan los cerros y las barrancas de esta exuberante cadena montañosa, o la visitan por temporadas en su huida de los terribles climas de otras latitudes. La particular combinación de lluvias, altitudes, ríos, árboles, calor y tiempo que le dan vida a la selva, esconden a la vista del incauto la cuarta parte de toda la avifauna del país. Una explosión de formas de vida que se devela solo a quien sabe mirar y escuchar.

La mirada y la escucha que permiten encontrar a la escandalosa cotorra verde en la inmensidad del follaje o al imponente ibis que se posa silencioso sobre las ramas, son habilidades que nos enseñan las personas que habitan este territorio. Tan solo el municipio de Zihuateutla sostiene a más de 60 comunidades que, como las aves, llevan cientos de años viviendo de la mano de las montañas, tomando agua de sus manantiales y sembrando en sus suelos.

Ellas y ellos conviven con esta biodiversidad de manera cotidiana, la escuchan, la ven, la huelen, la conocen, viven con y de ella. En Kolijke creemos que el reconocimiento de estas relaciones vitales es fundamental para la construcción de programas de educación ambiental que buscan la conservación de las distintas formas de vida; entendiendo el proceso educativo como el intercambio de conocimientos que, en el diálogo, nos permite reconocernos como agentes transformadores de nuestra realidad.

“Si no le gusta el clima, regrese en 20 minutos” dice un letrero cerca de la desviación que lleva a la comunidad de Ocomantla. Y cierto es que la complejidad orográfica de la sierra nos recibió durante los meses de noviembre y diciembre del 2023, con la temperatura adecuada para el pingüino ártico y la humedad correcta para la guacamaya ecuatorial. Durante estos meses trabajamos cobijadas por la calidez de once jóvenes de las comunidades de Zihuateutla y Ocomantla que, como parte del programa federal “Jóvenes Construyendo el Futuro”, participaron con Kolijke y el Centro Comunitario Productivo de Ocomantla en un proceso de capacitación para formarse como educadores y educadoras ambientales, con apoyo de la fundación SimiPlaneta y Casa Córdoba.

Karen, Lola, Marisol, Fernando, Sebastián, Alicia, Aidé, José, Clara, Rosa y Bere nos abrieron las puertas de su comunidad y, a lo largo de varias sesiones, compartimos herramientas y conocimientos para la planeación e impartición de talleres dirigidos a adolescentes e infancias en torno a la conservación de las aves locales y su ecosistema. Estos talleres se realizaron en las primarias y telesecundarias de Mazacoatlán, Telolotla, Tecpatlán, Zihuateutla y Ahuaxintitla, con la finalidad de crear espacios que permitieran compartir, más que listados taxonómicos y nombres científicos, experiencias y sentires en torno a la naturaleza y sus misterios. Que permitieran descolocar la mirada para volver a mirar eso que vemos a diario, de una forma nueva y asombrosa.

Recorrer los senderos, detenernos y escuchar, tomar fotos, dibujar, describir las plumas, los picos, los colores y las formas, preguntarnos ¿por qué son así?, descubrir entre todos cómo son las redes que sostienen la existencia de las aves en la selva, del ecosistema y que sostienen nuestra existencia misma; reflexionar que, junto con la inmensa biodiversidad local, existe también una gran diversidad cultural ligada a ella, que se expresa en múltiples formas de habitar, nombrar, comprender y experimentar la realidad; discutir cómo formamos parte del mundo y cómo el mundo se hace parte de nuestro pensamiento, de las historias que nos contamos para darle sentido y que constituyen la memoria de los pueblos; encontrar formas diferentes de comprender y conocer las aves y el mundo que habitan; pensar en pedagogías alternativas y acordar maneras de apropiarnos de ellas, para así, acercarnos a las infancias y adolescencias de formas distintas, que estimulen conexiones más saludables entre nosotros, con las aves, con la comunidad y con la naturaleza.  Estos fueron los pilares de la capacitación que llevamos a cabo en los meses de noviembre y diciembre del 2023 para, finalmente, acompañar el diseño de los talleres elaborados por los propios jóvenes, y su impartición en las escuelas de cinco comunidades durante el pasado mes de enero.

En las sesiones de capacitación, además de discutir con los jóvenes sobre plumas, picos, garras, el origen del universo, el tiempo, los problemas, las desigualdades y las preocupaciones que nos unen como educadores ambientales, nos hicimos amigos. Compartimos las risas y el taco. Nos dimos la mano en las buenas y en las malas.

“Los árboles son la casa de las aves. También dan la fruta que comen. La gente tala los árboles para sembrar o para la leña. También la gente caza, o las agarra para venderlas, porque no tiene dinero. Me da tristeza pensar en despertar un día y no escuchar a los pájaros cantar”

Escuchar la palabra del otro y encontrarnos en ella, es también una forma de conocer la selva. Lo que le duele, de dónde sangra y qué podemos hacer para curarla, para cuidarla y procurarnos entre todos. Encontrar su lugar entre nosotros y nuestro lugar en ella.

Volar del nido, decimos en esta tierra para expresar que una criatura se va y se hace independiente. Me atrevo a decir que así nos sentimos todos cuando el equipo de jóvenes dio sus primeros talleres en la primaria y telesecundaria de Telolotla. En el nido que construimos juntos, todos fuimos educadoras, educadores y aprendices al mismo tiempo, y cuando fue tiempo de volar, lo hicimos a la vez, con la certeza del gavilán, la templanza del zopilote y la gracia del colibrí, pero juntos y divertidos, como los pericos.

Junto con este texto, compartimos un video que contiene parte de los resultados de los talleres impartidos por el equipo de jóvenes, junto con todo nuestro agradecimiento a las escuelas que nos abrieron sus puertas, al Centro Comunitario Productivo de Ocomantla, a los niños, niñas y adolescentes participantes y, por supuesto, al equipo de jóvenes, ahora educadoras y educadores ambientales de su territorio.