Los aliados de las plantas: retratos ecológicos de polinizadores
En un inicio, el agua y el viento ayudaban a las plantas a sobreponerse a su naturaleza estática; sus corrientes transportaban células sexuales masculinas, o polen, de una a otra. A pesar de que esto posibilitó la reproducción de las plantas, tanto que hay especies que aún dependen de ello, es un método poco dirigido que conlleva una gran producción y desperdicio de gametos, pues el transporte efectivo de polen entre plantas de la misma especie depende muchas veces del azar. Surgió entonces una de las colaboraciones más exitosas entre los seres vivos: la de los polinizadores y las plantas. Fueron los insectos los que comenzaron a buscar el polen como una fuente de nutrientes pero, a lo largo de millones de años de evolución, las plantas comenzaron a cambiar en respuesta a los animales que las visitaban, y éstos a su vez se adaptaron a ellas. Polinizador y planta formaron una interacción mutualista, en la que ambas se benefician: los polinizadores visitan a las plantas, obtienen de ellas recompensas nutritivas y en el proceso transportan su polen, posibilitando que éstas se reproduzcan sexualmente. Esto originó la aparición de las plantas con flor y, posteriormente, una multiplicidad de formas, colores, olores y sabores en sus estructuras reproductivas, correspondidas por una gran diversidad de insectos, aves y mamíferos cuya visión, olfato y estructuras morfológicas les permitieron aprovechar tan enorme banquete.
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EL DíA
De día la luz solar ilumina la vegetación abrillantando y saturando los colores de las flores, haciéndolas destacar del fondo verde. Esto se puede apreciar con el ojo humano, que posee receptores de tres colores: rojo, verde y azul. Sin embargo, los polinizadores superan los límites de nuestra visión. Las abejas, por ejemplo, tienen fotorreceptores verdes, azules y ultravioletas; mientras que las mariposas y las aves tienen receptores rojos, verdes, azules y ultravioletas, dependiendo de la especie. Resulta casi imposible imaginarnos cómo podría ser el mundo con más colores, pero el uso de cámaras que captan el espectro ultravioleta ha revelado que muchas flores tienen sombras en el centro que, como una diana, resaltan el lugar donde se concentra el polen. Otras tienen guías de aterrizaje, o líneas que destacan en los pétalos y forman un camino recto hacia los nectarios, glándulas de la flor que secretan este líquido. En cada flor se ocultan matices que, ante ojos más sensibles, se revelan como un espectacular neón que parpadea anunciando a sus polinizadores una rica recompensa.
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Escarabajos
Antes de que las plantas con flores y frutos hicieran su aparición estelar en la historia de la vida en la tierra, existía el grupo de las gimnospermas, con miembros que sobreviven hasta la actualidad como las coníferas, las cícadas y las especies de la familia del célebre Gingko biloba. Gimnos viene de desnudo, y sperma de semilla, lo que significa que las semillas de estas plantas no están contenidas dentro de un fruto. Las gimnospermas ya se reproducían por medio de polen, que era dispersado por agua, viento o animales: gracias a la evidencia que nos dan los restos fósiles, sabemos que desde hace 165 millones de años ya había insectos que las polinizaban. Estos visitantes probablemente comían polen y en el proceso un poco de este se quedaba adherido a sus cuerpos, llevándolo de forma inadvertida hacia la siguiente planta. Así surgió la polinización, pues los insectos comenzaron a tomar el papel de cupido de las plantas, transportando sus células sexuales y ayudando a su reproducción. Se han descubierto escarabajos fósiles de hace 99 millones de años cubiertos de polen tanto de gimnospermas como de angiospermas– plantas con flor y fruto–, por lo que se cree que fueron el primer grupo de insectos que empezó a polinizar plantas con flor. Esta transición no fue un suceso menor, pues desencadenó un cambio de paradigma en el mundo vegetal: el paisaje verde que persistió por 260 millones de años de pronto se tiñó de color. Hoy vivimos en el reinado de las angiospermas, ya que 9 de cada 10 plantas producen flores, debiendo gran parte de su éxito a la relación íntima que han establecido con los insectos.
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Apis mellifera
La humanidad ha idolatrado a las abejas desde hace casi 9,000 años, pues da la casualidad de que el alimento ambarino con el que nutren a sus crías resultó ser un manjar para nuestro paladar. Además de esto, la cera que edifica los hexágonos reiterativos de sus panales ha sido utilizada como material para curar, pegar, moldear y embalsamar. En tiempos más recientes, las abejas se han introducido artificialmente en campos agrícolas de todos los continentes por el servicio de polinización generalizada que proveen, con el que aseguran la reproducción y el éxito de una parte importante de los cultivos. Eurasiática en su origen, la Apis mellifera, abeja europea o abeja melífera fue propagada por el mundo de forma descontrolada, por lo que su especie se estableció en el imaginario colectivo como el arquetipo del polinizador por excelencia. Su lugar en el trono ha invisibilizado el daño ecológico que ejerce al competir con las abejas nativas por recursos, desplazándolas de sus hábitats y menguando sus poblaciones. Para intentar enmendar el perjuicio que nuestra reverencia desmedida provocó, se han comenzado a aplicar medidas que se oponen a una abeja que las gobierne a todas. El primer paso es destronar y desmitificar a esta especie invasora para controlar su proliferación y propiciar la conservación de la riqueza de nuestros polinizadores autóctonos, a los que ya no podemos permitirnos ignorar.
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Meliponas
La producción casi exclusiva de miel a partir de abejas europeas en Latinoamérica es un legado colonialista, pues en este territorio habita un grupo de abejas nativas capaces de producir miel también. Según la evidencia arqueológica, los mayas comenzaron a cultivar estas abejas hace más de 2000 años. La meliponicultura, o cultivo de abejas meliponas, sobrevive hasta la actualidad, aunque se encuentra amenazada por la competencia con la miel de abejas europeas y el abandono cultural de la práctica. Las meliponas son un grupo de más de 500 abejas tropicales que, contrario a las abejas europeas, perdieron el aguijón durante su historia evolutiva. El grupo de las abejas se originó a partir de avispas depredadoras de insectos. Estas avispas almacenaban insectos muertos en sus nidos, que servían de alimento para sus larvas. Se cree que los cuerpos de algunos insectos traían polen pegado y que las avispas comenzaron a comer más y más de este añadido nutritivo, hasta volverlo su único alimento, dando así origen a las abejas ¿Por qué las meliponas perdieron el arma heredada de las avispas? No se sabe con exactitud, pero la falta de aguijón no las deja indefensas, pues cuando sienten amenazado su nido son capaces de salir en masa y ahuyentar a sus agresores mordiéndolos e introduciéndose en sus ojos, boca y oídos.
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Euglosinas
Difícilmente existe en el mundo una relación más refinada y exquisita que la que forman las abejas euglosinas con las flores de las orquídeas. El mensaje de la flor es la fragancia que desprende, la cual es reconocida por las abejas macho que se desplazan decenas de kilómetros en su búsqueda. Cada macho se aproxima a la fuente del aroma y deposita una sustancia grasosa sobre la flor, llevando a cabo un procedimiento conocido en la perfumería francesa como enfleurage o “enfloramiento”, que implica engrasar los pétalos de las flores para disolver y extraer su olor. El perfumero diminuto procede entonces a almacenar su extracción, depositándola en surcos que fungen como bolsillos de sus patas traseras. Así, cada macho recorre al vuelo extensiones inmensas de bosque, acumulando en su cuerpo olores de distintas orquídeas. En ocasiones, integra a la mezcla compuestos aromáticos de resina que emanan los troncos de los árboles, formando un perfume propio. Las abejas macho, al terminar su creación, salen en búsqueda de una hembra ante la cual frotar sus patas y liberar la combinación fragante. Durante décadas, las y los investigadores del mundo han intentado descifrar el papel preciso que juegan estos perfumes en el ritual de apareamiento de las abejas euglosinas, sin mucha suerte. Lo que hoy sabemos es que las hembras eligen siempre a los machos impregnados de perfume, e ignoran a los que no tienen colonia, relegándolos al anonimato.
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Colibríes
Cualquier persona que haya colgado un bebedero para colibríes junto a su ventana inevitablemente los ha visto pelear. Su estilo de vida acelerado demanda una gran ingesta calórica, la cual proviene en su mayoría del néctar de las flores. Es por esto que aseguran su dotación de azúcar energizante defendiendo un territorio repleto de plantas en flor o, lo que es casi lo mismo, un bebedero con agua azucarada que cuelga de la ventana de un tercer piso. Su ritmo vertiginoso elude la velocidad de procesamiento de nuestro cerebro y nos impide captar la belicosidad de sus encuentros, pero podemos intentar asir su celeridad al grabar y reproducir en pantalla estas interacciones a velocidades menores. Es entonces cuando algo que a simple vista parecía un contacto corto y caótico se muestra como un combate despiadado de espadas en donde ninguno de los involucrados demuestra el menor atisbo de dubitación al colisionar con el oponente, jalarlo de las plumas o intentar apuñalar su pequeño cuerpo con la aguja alargada de su pico. Lo mejor de todo es que estos encuentros feroces son llevados a cabo con una finísima capacidad de maniobrabilidad en el aire, donde plumas iridiscentes y colas extravagantes son desplegadas con cada movimiento, creando un maridaje de salvajismo y danza. Ya los mexicas los habían descifrado pues Huitzilopochtli, deidad de la guerra, era representado portando el pico y las plumas de un colibrí.
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Hormigas
Ante un ataque, las respuestas posibles son huir o pelear. Entonces, ¿qué les queda a los organismos cuyo destino es pasar la vida en un mismo sitio, hasta el día de su muerte? Una planta germina en el lugar donde cae su semilla y, si tiene lo necesario, crece y florece en ese mismo sitio, anclada inevitablemente al suelo. Lo que parecería una desventaja tremenda frente a otros seres vivos capaces de desplazarse ha desencadenado en el reino vegetal el surgimiento de un vasto arsenal armamentístico pues, ante la incapacidad de huir, sólo queda pelear. Y aunque las plantas hayan desarrollado espinas, sustancias urticantes o venenos potentísimos para su defensa, algunas hasta han entablado relaciones con insectos que les sirven de guardaespaldas. Las hormigas se alimentan del líquido azucarado que su planta hospedera produce y se resguardan en las partes huecas de sus tallos o espinas. La planta, por su parte, adquiere un ejército completo de soldados de seis patas que la defienden de los herbívoros y que están dispuestas a arrojarse de sus ramas para atacar al animal que cometa el error de agitar su follaje. La defensa de las hormigas es tan implacable que algunos polinizadores son capaces de reconocer su silueta y evaden visitar las flores de una planta cuando detectan que está custodiada por ellas. Al hospedar a las hormigas éstas se vuelven su único polinizador, y la planta disminuye su producción de semillas. Sin embargo, es un precio justo, pues adquiere protección contra los herbívoros.
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Moscas
El grupo de los polinizadores consiste en general de animales carismáticos y estéticos para los estándares sociales. Los colibríes, mariposas, polillas y abejas son animales cursis que fácilmente causan empatía en la población. Por el contrario, es común que el avistamiento de una mosca provoque repulsión, o que se llegue a sentir un placer secreto y sádico cuando reducimos a papilla un mosquito entre los dedos. La justificación de este odio es la asociación que existe entre estos insectos y la podredumbre, las enfermedades y la muerte. Pero etiquetar a animales como buenos o malos es un vicio reduccionista e injusto pues, a pesar de su mala reputación, numerosas especies de moscas y mosquitos cumplen funciones ecológicas importantes, entre ellas la de la polinización.
Siempre hay un roto para un descosido: hay plantas cuyo olor, forma y color atraen de manera preferente a un tipo de polinizador. Las flores cafés, moradas o guindas que emanan hedores parecidos a la carne en descomposición atraen moscas cuyas larvas se alimentan de cadáveres. Sin embargo, no todas las especies de mosca son atraídas por el olor de la podredumbre. Cultivos humanos como el cacao, el mango, las fresas, las manzanas, las peras, las ciruelas, los jalapeños, la cebolla o la pimienta son ejemplos de plantas que pueden ser polinizadas de manera eficiente por estos insectos. De hecho, después de las abejas melíferas, las moscas son los polinizadores más importantes para los cultivos agrícolas, llegando a ser el grupo predominante en latitudes donde las bajas temperaturas impiden la existencia de las abejas.
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Mariposas
Mariposa y metamorfosis son dos palabras íntimamente asociadas en nuestra mente. Las crías de otros animales como aves, reptiles y mamíferos son versiones en miniatura de los adultos, pero en algunos insectos la transformación es casi total. No sólo las mariposas llevan a cabo una metamorfosis hacia una versión irreconocible de sí mismas: también las moscas, los escarabajos, las abejas, avispas, hormigas y otros insectos menos conocidos como las efímeras o los megalópteros inician con un huevo del que eclosiona una larva, que se vuelve una pupa o crisálida de donde emerge el adulto. En el interior de la crisálida, en un proceso digno de una película de horror, la larva produce enzimas que digieren casi todo su cuerpo, licuándolo. Sobreviven dentro de esta sopa pequeños cúmulos de células, cada uno responsable de dar origen a una parte importante del cuerpo del adulto, como las alas o las antenas. También sobrevive parte del sistema nervioso, y evidencia de ello son los experimentos donde se entrenan orugas que ya están por volverse pupas, haciendo que asocien un olor específico con una experiencia desagradable, como un toque. El experimento se repite después de la metamorfosis con la mariposa adulta que, al detectar este mismo olor, intenta huir, sugiriendo que recuerda el vaticinio del dolor. La metamorfosis es un proceso que separa completamente los mundos de las larvas y los adultos, pues no comparten dieta ni hábitos. Algo ventajoso que surge de esta separación es que no hay competencia entre los individuos jóvenes y adultos de una misma especie, pues pareciera que se trata de insectos distintos. Sin embargo, las mariposas no olvidan que fueron orugas.
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LA NOCHE
La polinización tiene dos caras, una mucho más visible que la otra, pues los fenómenos que ocurren alumbrados por la luz solar suelen robarle protagonismo a la noche. Cuando la oscuridad se vuelve ubicua, las flores de colores vivos cierran las corolas y sus polinizadores se guardan a dormir. Es entonces cuando las flores blancas anuncian su presencia reflejando la luz de la luna o penetrando la negrura con perfumes tentadores. Atraídos acuden a ellas las polillas, los mosquitos y los murciélagos.
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Polillas
Las hermanas nocturnas de las mariposas desenrollan su larga proboscis para beber el néctar de flores con forma de instrumentos de viento. Al no haber luz, por la noche las señales viran de lo visual hacia lo sonoro y olfativo. Mientras se alimentan, las polillas deben estar alertas, pues comparten la noche con mamíferos alados que las acechan. Cuando depredador y presa conviven en una relación aparentemente inequitativa por millones de años, se lleva a cabo una carrera armamentística evolutiva, pues la ventaja que desarrolla uno en su capacidad de captura suscita una innovación en el arsenal de huída de la otra. Las polillas han desarrollado múltiples defensas contra el radar sonoro de detección de los murciélagos. Algunas poseen un oído fino y, cuando detectan el ultrasonido de la ecolocalización de su depredador, se tiran clavados en el aire o inician un vuelo errático y aleatorio de huída. Su apetecible cuerpo carnoso y redondo está cubierto de escamas finas con forma de pelo que absorben las ondas de sonido, formando un abrigo que las vuelve inaudibles. Otras hasta son capaces de emitir sonidos que interfieren la ecolocalización de los murciélagos, o que les advierten, como lo hacen los colores brillantes en otros animales, que no deben ser comidas. Estas advertencias en ocasiones son honestas, pues algunas polillas pueden dejar un mal sabor de boca o inclusive ser tóxicas, pero otras mienten, aprovechando la credulidad de los murciélagos.
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Mosquitos
La adición más insólita de esta exposición probablemente sea la de los mosquitos, pues en ellos se mezclan dos personalidades que parecerían contradictorias: la de hematófagos y la de polinizadores. Únicamente las hembras tienen tendencias vampíricas, pues dependen de las proteínas de la sangre para producir sus huevos, mientras que los machos optan por alimentarse exclusivamente de néctar. Su importancia como polinizadores ha sido muy poco estudiada, pues son insectos nocturnos que polinizan en la oscuridad, pero al ser un grupo tan abundante se estima que su contribución no es poca cosa. Se han descrito en el mundo más de 3,500 especies de mosquitos, de las cuales únicamente 200 se alimentan de sangre humana, y de éstas, la mitad son capaces de transmitir enfermedades. Esas 100 especies, que son el 3% de todos los mosquitos, han bastado para catalogarlos como el animal más mortífero de todos, pues son responsables de casi un millón de muertes humanas por año. Los mosquitos de estas especies peligrosas son muy poco agraciados en comparación con otros representantes de esta gran familia, donde hay especies con colores vivos y ornamentaciones llamativas que inclusive llevan a cabo danzas de cortejo. Las demás especies de mosquitos prefieren consumir la sangre de otros animales como ranas, mamíferos, reptiles o peces; e inclusive existen algunas especies inusuales cuyas hembras adultas han optado por el veganismo, restringiendo su dieta al néctar de las flores.
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Murciélagos
El tallo largo de los cactus columnares y los quiotes de los agaves se alargan hacia la oscuridad del cielo, ofrendando a los murciélagos sus flores tubulares repletas de líquido azucarado. Los murciélagos nectarívoros tienen hocicos alargados que se ensamblan dentro de las corolas de las flores. Suspendidos en el aire beben del néctar con ayuda de una lengua larga y al terminar sacan sus rostros empanizados por granos de polen amarillo. El murciélago magueyero menor, Leptonycteris yerbabuenae, se distribuye desde Arizona hasta Guatemala y puede volar casi 100 km de viaje redondo cada noche en búsqueda de su alimento. Recorrer distancias tan largas lo convierte en un polinizador muy eficiente, pues puede mediar la reproducción de plantas separadas por grandes extensiones, enriqueciendo su acervo genético. Hay tres especies de murciélagos polinizadores del agave tequilero que no pueden alimentarse de estas plantas cuando los productores les impiden florecer para ser cosechadas. El tequila se obtiene gracias al azúcar que produce la planta que, de no ser por el humano, sería empleada en la formación de un tallo largo cubierto de flores con néctar. Las enormes superficies de los monocultivos del Agave tequilana son campos estériles, donde se utilizan propágulos o clones de una pequeña cantidad de las plantas para asegurar la siguiente generación. A raíz de la inquietud por la vulnerabilidad creciente de este cultivo, que ha perdido gran parte de su diversidad genética con los años, El Tequila Interchange Project, en colaboración con la UNAM, ha incentivado que los productores de tequila dejen florecer al menos un 5% de sus plantas. Los tequilas y mezcales que provienen de estos terrenos tienen el sello “Bat Friendly”, pues proveen a los murciélagos de alimento, lo cual provoca el enriquecimiento del acervo genético de las plantas que, gracias a los quirópteros, se pueden reproducir sexualmente. Las semillas que resultan de la polinización son utilizadas en lugar de los brotes clonales para sustituir a los agaves cosechados con una nueva generación que mantenga a la población fuerte y resistente.
Para más información
Sobre el origen de la polinización:
(2021), How pollination got going twice, PBS Eons:
https://www.youtube.com/watch?v=KIG5ucZJtYU&t=4s&ab_channel=PBSEons
Serie sobre los ojos de los insectos:
(2022), Insect vision part 4: What do insects see?, Entomology Animated:
https://www.youtube.com/watch?v=2Hs3vAZYsA8&t=1s&ab_channel=EntomologyAnimated
Sobre la visión de las abejas:
(2013), How Bees can see the invisible, Be Smart:
https://www.youtube.com/watch?v=N1TUDFCOwjY&ab_channel=BeSmart
Sobre las moscas como polinizadores:
Pain, Stephanie, 2021, How much do flies help with pollination?, Smithsonian Magazine: https://www.smithsonianmag.com/science-nature/how-much-do-flies-help-pollination-180977177/
Directorio de marcas Bat Friendly: https://www.batfriendly.org/marcas-bat-friendly/
Artículos científicos:
Blackiston, D. J., Silva Casey, E., & Weiss, M. R. (2008). Retention of Memory through Metamorphosis: Can a Moth Remember What It Learned As a Caterpillar? PLoS ONE, 3(3), e1736. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0001736
Henske, J., Saleh, N.W., Chouvenc, T., Ramírez, S.R., Eltz, T. (2023). Function of environment-derived male perfumes in orchid bees, Current Biology, 33(10).
https://doi.org/10.1016/j.cub.2023.03.060.
Neil, T. R., Shen, Z., Robert, D., Drinkwater, B. W., & Holderied, M. W. (2020). Thoracic scales of moths as a stealth coating against bat biosonar. Journal of the Royal Society Interface, 17(163), 20190692. https://doi.org/10.1098/rsif.2019.0692.
Ness, J. H. (2006). A mutualism’s indirect costs: the most aggressive plant bodyguards also deter pollinators. Oikos, 113(3), 506–514. https://doi.org/10.1111/j.2006.0030-1299.14143.x
Ilustraciones de Amanda Mijangos, Armando Fonseca y Juan Palomino